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sábado, 4 de junio de 2016

La pelea más famosa de Muhammad Ali: "¡Ali bomaye!, ¡Ali bomaye!", el tam tam de la Selva


Ángel González / elmundo.es

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  • "¡Foreman vs Ali en Zaire! ¿Dónde coño está eso? ¡Se han vuelto locos!" corrió por los mejores despachos periodísticos de EEUU. "Los mejores escritores, ¡cueste lo que cueste!". El Desembarco de Normandía II -que diría David Gistau-, con lo mejor del Nuevo Periodismo norteamericano en misión aerotransportada al corazón de África, se produjo en un país del Tercer Mundo, para más inri bajo el yugo del dictador más sanguinario, con el 'conscripto desertor' de Vietnam -para los veteranos de guerra- en choque frontal con parte de la opinión pública norteamericana tratando de recuperar lo que consideraba su sagrada propiedad, la púrpura del boxeo. Se pronosticó su muerte deportiva segura, una especie de 'Réquiem for Ali', por los golpes de la mayor disuasión nuclear que se había visto en un ring, los puños de un joven -invencible hasta aquel día- llamado George Foreman. Porque nadie contaba con el poder de la mayor fuerza del Ego conocida, en palabras posteriores de Mailer, el EGO, esa médula y motor de las mejores obras de toda índole creativa, literaria, deportiva... Aquello fue, más que ninguno también gracias a 'When we were Kings' (Leon Gast), el más célebre de los rugidos de los hombres que construyeron América.

    ¿Con quién sea, cuándo sea y cómo sea...? La conjunción astral se debió al poder del dinero y la persuasión del promotor del diablo, Don King, el de la melena electrificada -, "para ocultar los cuernos de Belcebú", según testificarían años después algunos de los campeones mundiales a los que estafó. Porque más de 10 millones de dólares de la época -una auténtica barrabasada- le hizo pagar a un criminal como Mobutu Sese Seko para poner su "nombre y el de Zaire en el mundo". El genocida no escatimó billetes de sangre y llevó a la antigua capital del Congo Belga al padre de todos las peleas al juntar entre 16 cuerdas del Estadio Fortaleza, cuyos interiores utilizaba de sala de torturas y cárcel, al vigente campeón mundial de los pesados contra el deportista más conocido en un tiempo donde los colosos no se evitaban en la cumbre de su fuerza, poderío y orgullo. [El 'Rugido de la Jungla, el del '!Ali bomaye!, !Ali bomaye!' inmortalizado en el documental 'When we were Kings' (Leon Gast) ganador de un Oscar.]

    El dulce veneno de King, el promotor más poderoso, corruptor, amoral y multimillonario del pugilismo, arrancó ahí su imperio. Logró las firmas de los dos colosos por cinco millones de dólares y convenció a Mobutu de que semejante cifra valía la magnitud universal de su propuesta. Lavar su imagen, llevar del Primer hasta el Tercer Mundo el mayor evento en la edad dorada de los pesos pesados, a un país ensangrentado que la mayoría desconocía. Política, deporte y música, la redención de su país y de África. Porque le añadió un gran espectáculo con tres días de conciertos con la flor y nata de la música negra y afroamericanca: James Brown, BB King, The Spinners, The Crusaders, Celia Cruz... ¡Barra libre! Una monumental fiesta que trascendió lo deportivo.

    'La primera Asamblea de negros africanos y americanos'

    Además de juerga, ofreció seguridad. Días antes del combate hubo cinco o seis muertos blancos en un ambiente convulso. El dictador sanguinario cortó de cuajo esa publicidad negativa al mandar encarcelar a 1000 criminales de golpe. Y, como si fuese Calígula en su célebre ajusticiamiento en el circo romano con el "de calvo a calvo", cuenta la leyenda... que mandó ajusticiar a 100 de ellos aleatoriamente como ejemplo de escarmiento. Lo dice en 'Cuando éramos Reyes' el cronista Norman Mailer, que estuvo allí y asegura que "Kinsasha se convirtió en una de las ciudades más seguras del mundo mientras estuvo la prensa extranjera", seis semanas más de lo previsto por un corte en una ceja de Foreman que obligó a aplazar el 'Rugido de la Selva'.

    "Los países de África entran en guerra, sólo así sus nombres salen por la tele. Y una guerra cuesta más de 10 millones de dólares", soltó Ali para calificar "el mayor evento deportivo de la historia", al que dio tintes políticos como "la primera Asamblea de negros africanos y americanos de la historia. Y en África, donde sólo se refieren con películas de Tarzán en taparrabos". Su mensaje, como su campaña habitual para ridiculizar a su rival, para él 'La Momia', llegó hasta la misma médula de su raza, y de su pueblo.

    Ali y su ¿causa perdida?

    Ali aparecía en todas las quinielas como la víctima en un sacrificio universal, otro más que iba a ser aplastado por el joven gigante que venía de tumbar seis veces en dos asaltos al mismísimo Joe Frazier, el que también hizo fosfatina a Ken Norton en otro pestañeo de dos rounds. 40-0, ¡37 por KO! y de sus últimas 12 víctimas sólo un brasileño le duró 5 asalso, los demás, ni apenas 5 minutos. ¿Una causa perdida? Desde Howard Cosell a Norman Mailer, de George Plimpton al propio equipo de Ali -muertos de terror-, coincidían con el 99% de los analistas en que Ali recibiría la mayor paliza de su vida. Pero el ego de GOAT entrenó como nunca (incluso tuvo a Larry Holmes como sparring) y se dio muy buenos baños de masas. También visitó al hechicero personal de Mobutu. Según cuenta George Plimpton, este brujo le aseguró que "una mujer hechicera de manos temblorosas, un Sukubo" acabaría con la invencibilidad de 'Big' George.

    Foreman, un 'belga negro' con pastor alemán

    El renegado que pagó las consecuencias de negarse a ir a la Guerra de Vietnam -su corona, se estima que más de 20 millones de dólares de la época y el odio del Stablishment- representó el papel de un continente oprimido frente a la América blanca, pese a que Foreman, "la gigantesca negritud, la mayor fuerza negra de la naturaleza", tenía la piel mucho más oscura que la suya.

    En su conferencia en París, Big George se presentó con un pastor alemán y bajó del avión con su perro vigía, como si fuese un terrateniente blanco, un "belga negro" que va a domar a sus esclavos. No se fiaba ni de la comida que le servían en su suitte de lujo de una de las mansiones de Mobutu y se la hacía traer de EEUU. Mientras, el carisma de Ali, propagandista excelso, se encargó de ganarse el favor de millones de africanos, y miles de niños por las calles de Kinshasa con su verborrea, sus motes y su gracia, en la TV y en primera persona. Disfrutó por los suburbios, rodeado de gente que adoraba a un tipo que era tan popular como Jesucristo.

    'Prime-time' de la costa Este de EEUU

    La pelea se celebró a las cuatro de la madrugada para coincidir con el prime time de la costa Este de EEUU. No estuvo presente Mobutu, por puro miedo a ser asesinado. Eso sí, su estampa de sátrapa presidía el estadio con un cartel imponente en un recinto donde "la tierra olía a sangre. Allí había habido charcos de sangre que habían limpiado" (Mailer dixit). Y subió Ali al ring y levantó el brazo derecho y se hizo verbo una caldera a reventar bajo la reverberación de 60.000 africanos del grito de '!Ali bomaye! !Ali bomaye!' (¡Ali mátalo! ¡Ali mátalo!) mientras el campéon vigente entró minutos después -dicen que negociando hasta el último minuto medio millón de dólares más extra que su rival- corriendo con aire marcial acompañado por un pelotón de la policía militar del dictador.

    Lo que allí pasó en ocho asaltos es historia grande del deporte. De la táctica suicida de Ali en las cuerdas (el célebre 'dope a rope') susurrándole a su castigador una y otra vez "No puedes golpear más fuerte, mujercita". O "¿Eso es todo lo que tienes, George?"... a los tremendos golpes de furia de Foreman 'capaces de mover a un elefante'. También de la mejor crónica deportiva de la historia, desde "¡el Sukubo lo tiene!, ¡el Sukubo lo tiene!" de George Plimpton, al "los brazos de Foreman volaron hacia los lados como un hombre con un paracaídas lanzado desde un avión" o "y no quiso romper con un golpe más la estética del hombre caído" de Norman Mailer.

    Foreman, un hombre al que la madre de todas las derrotas cambió por completo su perspectiva y hasta su personalidad, cayó y lloró, "estuvo un año sin dormir y tardó más de dos años en salir de una depresión". El tiempo le devolvería toda su grandeza como ser humano. Mientras, Muhammad Ali peleó demasiadas veces más, un total de 14. Algunas fueron memorables, otras farsas alimenticias, pero siempre camino hacia una inmortalidad que nunca menguó ni su terrible enfermedad. Porque GOAT ya conoció los cielos en aquellas visitas a los hospitales, a aquel niño con cáncer, con Ali jugueteando en su cama, tratando de insuflarle los ánimos y aliento de la vida que se le escapaba en su lecho de muerte: "Muhammad, voy a conocer a Dios, y voy a decirle que te he conocido", le susurró con una sonrisa.

    "El servicio a los demás es la renta que uno paga en la tierra por su habitación en el cielo", Muhammad Ali.

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